Rafael Cachaldora

Rafael Morales se llama a sí mismo Cachaldora por la linfa heredada de la rama materna.

Abre sus pupilas en Ourense en 1973, diecinueve años después lo atraparon líneas y colores para gritar y contar un sueño en historia.

En Estudio 34, en la tierra de las Burgas, en las alas de 1990 degustó la idea de que sus cuadros escuchasen las tertulias de café y nicotina. Corre el destino, las exposiciones por la provincia y en el umbral de la librería Eixo fabuló color y tinta, coloquios ebrios de cuadros y libros, marcando huella cobijado por el granito de la Universidad Politécnica de Ourense.

Colgar y descolgar colocaron sus pupilas en la escultura, recibió por ello el segundo premio en el Certame Galego de Artes Plásticas Xuventude 2001.

El Bic se volvió lento, a los rotuladores le faltaban gamas, el aire, entre rocío y rocío, le regala el esmalte enseñándole a volar. Adoptado en Allariz, le dio aposento Compostela, Galería Mc, Casa do escudo de Verín, en Madrid carta de ciudadanía en la galería Rina Bouwen. Tokio, Buenos Aires, NY, Miami, Paris, Berlín, Siena, Florencia… Sus “hijos” se adelantaron a sus pasos al descubrimiento de esos paisajes. El corazón nunca geográfico, en el ágora del Ateneo ourensano inhaló la antología de su obra en el 2006. Puntos nuevos, paréntesis en 2007 a La Moncloa de San Lázaro, donde expuso la defensa de su realismo histórico con Realismos do Maxín.

En 2009 cruza el mar en medio de las tierras con Ontología una arriesgada representación de sus sentimientos y de la percepción de la existencia, recorriendo Monforte San Giorgio, en Sicilia, y los valles y colinas toscanos hasta la orilla de Castiglione della Pescaia. Forjada camaradería italiana, es invitado a participar en el Italian National Day 2010 por la delegación italiana del College of Europe en Varsovia con Divina Comedia, perfilando una perspectiva personal del viaje existencial de Dante con profundo contenido reflexivo.

En la actualidad ejecuta La Obsesión del Figurista, un pictoescultura viva que invita a reencontrarse con la fantasía de la forma.